La cuidad nos invita a liberar nuestros instintos a saciar nuestras almas. Nos inunda con su frío, con su noche oscura nos volvemos ciegos y olvidamos lo que somos en ese punto el amor parece no existir se vuelve liquido, se diluye entre los dedos del placer y las gotas de sudor. Solo hay presas y depredadores, ambos buscan, viven una noche y creen existir. La ciudad repleta de personas que se huelen, se rozan, se desean pero nadie se anima todos expectantes con miedo al rechazo. Y ahí me veo plantado de pie frente a todo el caos, diciendome: -"adelante, es la vida que deseas" y me mezclo dejando todo rastro de sentimiento en el camino, creyendo que puedo vivir. Mis ojos se cierran, mi mente se rinde y cuerpo siente... Y es entonces cuando despierto, y siento que esa vida no vale la pena, que el mundo esta acá, que solo nosotros podemos sentirlo, que mañana cuando vuelva a despertar sabré que estoy vivo de verdad y que un nuevo día me esperara.
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